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viernes, 22 de noviembre de 2013

Escapatoria


Tumbado en la cama rodeado de oscuridad y silencio, afilo los sentidos y mis oídos captan un ruido, si, un ruido semejante a un correteo.

No es la primera vez que lo escucho, enciendo la luz como las noches anteriores pero no veo nada y ese sonido cesa.

Apenas duermo, no puedo tranquilizarme, cada vez oigo ese maldito ruido más cerca de mí y es algo invisible.

En mi casa no duerme ni vive nadie más, pocas veces se escuchan eventos que tienen lugar en la casa de mis vecinos, gente muy refinada y poco dada a los escándalos.

Por la mañana todo es silencio, solo se escuchan los sonidos típicos de la calle, pero cuando anochece el infierno hace acto de presencia.

Hoy sin ir más lejos, mientras estaba en la cocina preparándome un tazón de leche, he escuchado unos pasos y una risa muy escandalosa, como de un niño pequeño.

Me sobresalté y derramé la leche sobre la mesa. Tras vagar por la casa por fin he descubierto a los causantes de tales ruidos. Unos pequeños duendecillos que visten con ropa muy humilde y en su cara llevan una gran barba, algunos negra, otros blanca ...

Cuando empiezan a correr son como ratones, no hay quien logre cazarlos.

Ahora he conseguido que los agujeros en las paredes y cualquier resquicio en ventanas y puertas hayan sido sellados.

Estoy encerrado en mi propia habitación, sentado frente a la puerta en una vieja silla de madera y con una manta protegiéndome del frío, llevo así mas de tres días.

Tengo un plan, el fuego no les gusta pues siempre han apagado todas las velas que encendía por la casa.

Creo que nos lo vamos a pasar bien, en cuanto aparezcan serán fulminados, cuanto voy a reírme de ellos cuando estén retorciéndose entre las llamas.

¿Mi escapatoria? , vaya ... No había pensado en eso y los duendecillos ya han empezado a golpear la puerta.



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